César Vallejo y Julio Garrido Malaver, dos ilustres desconocidos

ESCRIBE: James Quiroz (*)

Decía Julio Garrido Malaver que la verdadera poesía está libre de fanatismos políticos mesiánicos, llámense capitalismos o socialismos, la verdadera poesía debe inspirar porvenir en cualquier estación social porque pertenece y se debe a la humanidad. De esta manera, el poeta cajamarquino se deslindaba de cualquier credo que contamine o interfiera en el proceso creativo de la obra y de la difusión de la obra como propaganda política. 

Toda obra artística es acción humana. La acción humana se hace de la vida y la vida no se hace de la nada. Y la obra no se puede desligar de la vida de su autor. “Matar al autor”, sostienen los críticos posestructuralistas y los que aún creen que la obra se hizo por obra y gracia de la providencia o el azar o la inspiración mística y sugieren que su hermenéutica se debe centrar en el análisis de los signos lingüísticos.

La creación poética no tiene nada que ver con el misticismo o el esoterismo, aunque ciertamente puedan existir creaciones con temáticas religiosas, místicas o algún verso abstruso o esotérico difícil de interpretar; aun cuando el poeta se sienta, en su subjetividad, atrapado por esos instantes de ebullición creativa, -esos poderes ultraterrenos-, la creación es un acto humano racional dotado de sentido, que puede estar desarrollado, cierto es, bajo ciertos automatismos conscientes de escritura o a cierta predisposición emocional o psicológica que nos induce a tener un mejor despliegue físico bajo ciertos condicionamientos.

En el arte mayor no hay ninguna magia ni toque divino sino vocación de comunicación, ejercicio constante, independencia, aislamiento, exigencia, rigor crítico, inteligencia superior y sutileza formal. Solo así han podido existir, perdurar y resaltar en el tiempo obras como Odisea, la Comedia o el Quijote. En toda obra de arte hay un esfuerzo intelectual.

Considero entonces que ninguna obra literaria puede verse de manera desconectada de ciertos planos históricos, sociales, personales, psicológicos, familiares o culturales, siempre que el libro, obviamente, trascienda el plano de esa realidad y se asiente en códigos literarios que son el material del análisis literario.

La mejor obra de Julio Garrido Malaver se inserta en esta breve introducción. Posee esa virtud de la comunicación y la abstracción. Comunicación, porque su lenguaje es deliberadamente nítido y puede ser interpretado por el lector o intérprete, y abstracto, porque sus ideas, comunicadas a través del lenguaje, están plasmadas en un nivel crítico.

Cajamarquino de nacimiento (nació en Celendin), Julio Garrido Malaver desarrolló gran parte de su proyecto de vida en Trujillo. Fue un hombre de acción y por su vitalismo y valerosa personalidad al defender sus ideas (de joven fue un convencido militante aprista) tuvo confrontaciones con adversarios de turno que lo marginaron de la escena cultural, llegando incluso a ser vejado y apresado en épocas de dictaduras como las de Odría y del izquierdista Velasco. Asimismo, se le impuso el destierro, por lo que tuvo que establecerse en Chile, país en donde estudió Derecho. De regreso al Perú y reestablecida la democracia, tuvo el favor del arraigo popular y fue diputado y senador de la República en distintos periodos, representando a Cajamarca y a La Libertad; dirigió el Instituto Regional de Cultura de La Libertad y fue director del diario El Norte de Trujillo.

Julio Garrido fue un escritor multifacético y prolífico (César Calvo preparó los siete tomos que componen su obra poética) y es, sin duda, en la poesía donde destacó a tal punto de que Antenor Orrego llegara a ponderarlo a la altura de César Vallejo al prologar La dimensión de la piedra (1955), su obra mayor, uno de los poemarios más ambiciosos que se hayan publicado en el Perú, escribiendo elogiosas palabras para su obra: “Más antes de pasar adelante, hagamos una confrontación, que será útil, a una distancia de casi medio siglo. La confrontación entre las técnicas y los modos de expresión de los dos más grandes poetas que se han producido en el Perú: César Vallejo y el autor de este poema” (refiriéndose a Garrido).

La dimensión de la piedra es el libro definitivo de Julio Garrido. Hay en ese libro una enorme capacidad de comprensión de lo terrestre y una sabiduría para enunciar, sin oscuridades retóricas, los misterios. El valor de la metáfora e imagen (la piedra animada como reiterativo componente simbólico) de lo imperecedero, pero también imagen testimonial de lo fugaz y transitorio, representa así la contradicción filosófica de todo lo humanamente vivo. La piedra encarna lo espiritual, la necesidad de trascendencia. La consciencia de humanidad.

Si Martín Adán en La Piedra absoluta es un metafísico pétreo, denso y distante; Julio Garrido en La dimensión de la piedra es noble, tierno, cálido y esperanzador.

Bethoven Medina, poeta y generoso difusor de la literatura regional, amigo íntimo de Julio Garrido, emprende el trabajo de estudio y recopilación esencial en su reciente libro “Julio Garrido Malaver: poesía y ejes temáticos” (2024), presentado por quien escribe estas líneas en la última Feria del Libro de Trujillo. El libro es un esfuerzo genuino por reconstruir al hombre y al artista en su dimensión histórica, recoge semblanzas sobre el poeta a cargo de Juan Paredes Carbonell, Luzman Salas y Jorge Díaz Herrera, hallazgos como su relación con Juan Rulfo, una entrevista brindada  a Jesús Cabel en 1976, acompañado  de una antología poética mínima y un dossier fotográfico inédito en donde se puede ver al poeta cajamarquino en distintas facetas de vida. Pero el trabajo intelectual de Bethoven Medina no se resume en reordenar la información biblográfica dispersa y citar las valoraciones de otros escritores sobre el autor sino en revisar la obra poética de Julio Garrido Malaver y proponer, de manera concisa y didáctica, los siete ejes temáticos que él identifica en la obra del vate shilico, categorizándola de acuerdo a los temas que el poeta abordó como el tema de la migración, la identidad, sus poemas sobre el mar y la naturaleza o sus desconocidos textos bucólicos de amor. Gracias a este trabajo, ahora sabemos que Julio Garrido no solo es el poeta de la piedra metafísica, también lo gobernaron otras inquietudes literarias, proyectos poéticos en los que se despoja de ese lenguaje “intelectual” y utiliza recursos de expresión más llanos con la finalidad de lograr una transparencia formal.

¿En dónde se sitúa Julio Garrido Malaver dentro del proceso histórico de la poesía trujillana, incluso de la poesía nacional? Sus libros no son mencionados en las encuestas actuales ni en las antologías nacionales; si bien Alberto Escobar lo incluyó en su ya famosa “Antología de la Poesía peruana” de 1973 y recientemente Bethoven Medina lo incluyó en su “Edición Extraordinaria: Antología General de la Poesía en La Libertad” (2018), su nombre no es tan conocido entre los poetas de esta generación, a pesar de haber sido un hombre de vocación social, un político, director de un diario y funcionario en Trujillo. Al igual que otros altos intelectuales que nacieron y/o vivieron en esta región, -Ciro Alegría, Víctor Raúl Haya de la Torre, Antenor Orrego- parece que un silencio turbio los ha condenado al ostracismo literario pese a ser tres de las voces más relevantes de la literatura nacional.

James Quiroz, autor del presente artículo.

2. El alumno mostró al profesor de Literatura el verso que más le llamó la atención: “Vusco volvvver de golpe el golpe”, y le pide su opinión. El profesor se pone los lentes, coge el libro y se lo acerca a los ojos, luego de leer curioso el verso señalado contesta convencido: “A veces los libros vienen con erratas”. Treinta años después, ese mismo alumno asiste a la Feria del Libro de Trujillo a presentar el libro de un amigo, un ensayo sobre un escritor cajamarquino. Antes de participar, se acerca al stand de una de las pocas editoriales participantes, le llama la atención un libro parecido a un comic que según el vendedor “busca acercar a Vallejo a los niños”, revisa el libro y ve que han parafraseado con muy mal gusto los poemas de Vallejo reemplazando algunas palabras por otras como “celular”. “Qué horror, tergiversar a Vallejo, es un absurdo”, clama una señora mientras hojea el libro. “Y qué tipo para más triste era Vallejo, qué gusto de ponerlo de ejemplo a los niños”, agrega ante la sonrisa cómplice del alumno. “Yo nací un día que Dios estuvo enfermo, dice, qué pesimismo, por dios, a ver qué ejemplo va a ser eso para un niño de primaria”, sentencia antes de marcharse. El alumno sonríe y, aunque está de acuerdo con la señora que ha revelado ser docente, comprende que Vallejo es ahora un prisionero de los mercaderes y fanáticos que explotan su imagen y su nombre de manera voraz. Hace un tiempo, un escritor peruano subió a sus redes sociales un poema “suyo” e invitó a sus seguidores a comentarlo. Recibió duras críticas, la mayoría calificó el poema como “malísimo”, indigno para la pluma del escritor. El texto era nada menos que un fragmento de un poema de César Vallejo, de Poemas Humanos.

Y es que a Vallejo ni se le lee ni se le entiende en su propia ciudad, en la propia Feria del Libro de Trujillo y si bien se le aprecia en el ámbito extraliterario, por la imagen que proyecta de peruano andino y pujante, ello no significa que su poética deje de estar sometida al riguroso juicio popular que como pude notar, cuando no se menciona al célebre autor, es espontáneo, sincero e implacable.

(*) James Quiroz (Trujillo, 1984). Estudió Derecho en la Universidad Nacional de Trujillo y siguió una Maestría en Derecho Penal por dicha casa de estudios. Ha publicado los poemarios La noche que no has de habitar (2010), Rock and roll 2015 y El libro de los fuegos infinitos (2018). Es coautor del libro de derecho titulado El proceso especial de terminación anticipada y el derecho a la presunción de inocencia. Ha obtenido reconocimientos literarios como el segundo puesto en la categoría poesía de los Juegos Florales de la Universidad Nacional de Trujillo (2010), el primer lugar en el Concurso de Cuento “German Patrón Candela” (2010) y mención honrosa en el Premio Nacional de Poesía “Javier Heraud” (2011) convocado por el Ministerio de Educación. Está incluido en «Edición extraordinaria, antología general de la poesía en La Libertad 1918-2018»

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