El recuerdo de doña María Felízcar García García, «Mamá Maruja»

ESCRIBE: Nivardo Córdova Salinas (*) / FOTO: Archivo de la familia Rodríguez García

¡Cómo olvidar jamás a la madre de mi amigo, hermano y colega Renato Rodríguez García! La señora María Felízcar García GarcíaMaruja, para sus amigos y parientes–, excelentísima dama trujillana, con alma de poeta y artista. (“¡No pongas excelentísima, sino “maravillosa” por favor!», me dice Renato, corrigiendo el texto). Su esposo, el ingeniero Mamerto Rodríguez Ramos, nacido en Ayacucho, reconocido profesional, probo y columnista de diarios y revistas; («suele decir Ayacucho para que no lo fastidien mucho”). Todavía la recuerda y la ama en el amanecer de sus obras egregias.

Pero ¿cómo no amar a quien era (y es en el cielo) la encarnación de la alegría y la poesía, de la tolerancia y el respeto a los jóvenes?, del amor de madre, de la confidencia de amiga y hermana universal para sus adorados hijos Renzo y Renato Rodríguez García.

“Mi madre nació en Trujillo, un 22 de Junio de algún año y falleció el día de todos los santos. Escogió un día especial para irse, el 1 de Noviembre de 1999; no cruzó el siglo nuevo, quizás no hubiera soportado cómo se transformó la ciudad”. Y anota: “Papá y mamá se amaron intensamente. Era una balanza ese amor; imagínate, un ayacuchano con una trujillana. Mi viejo la quería como a una joya, la idolatraba y la amaba, y ella lo hacía reír hasta que la noche cubría sus rostros. ¡Qué amor el que se prodigaban! Ella siempre me decía ´Rena´, nos acostábamos durante horas en su cama a conversar mucho. Y nos reíamos demasiado”, recuerda el poeta.

Una de las peripecias de Renato y su madre, era abordar un ómnibus de la ruta California-La Esperanza. “Nos íbamos hasta el paradero que en ese tiempo quedaba en lo que ahora es Wichanzao, en el camino nos hacíamos compañía, y cuando podíamos nos comíamos un cebichito, en esos tiempos en que el tiempo era seguro y la compañía indisciplinada”.

En lo personal, tengo una anécdota especial (aunque algunos discrepen). Sucedió luego de la actuación por un Día de la Madre en el colegio Claretiano de Trujillo. A la salida, Renato, de 15 años, y doña Maruja –con su rosa en la mano– salieron del plantel. Al llegar al kiosko, compraron cigarrillos y la señora, en un gesto que demostraba a los seres diferentes y de comprensión con su hijo, sacó una caja de fósforos y le encendió el cigarrillo a “Rena”. Ella prendió el suyo, resplandeció en sus rostros la complicidad de la inmadurez, y se fueron caminando… Yo me dije a mí mismo: “¡Es una madre de ideas muy modernas!”.
Le comenté esta anécdota a mi mamá Grimaneza, y muy preocupada me dijo: «Ay hijo, ahora los jóvenes son muy agrandados, usan el pelo largo, escuchan música rara, no sé que está pasando…».

“Tal como tu recuerdas, a edad temprana fumábamos juntos, ella tenía esa voz aguda y una risa contagiante, siempre conversaba de sus seres queridos, tenía una memoria prodigiosa y en esas tardes trujillanas, me narraba el árbol genealógico de la familia y los secretos mejor guardados. Se sorprendía ante pequeños detalles. Un día, hubo una feria en lo que era el complejo Mansiche; estábamos mi viejo, mi mamá y yo; de pronto él se alejó, nosotros seguíamos recorriendo la feria, cuando de pronto apareció mi padre y le dijo que extendiera la palma de su mano a mi mamá y depositó en ella el librito de poemas de amor más pequeño de mundo (tú sabes, en esas ferias). Y ella, lo vi nítidamente en su rostro y en esos ojos transparentes que jugaban con la inocencia de una niña, resplandeció en un gesto de asombro y sorpresa agradable, era como si le hubieran regalado una joya invaluable… ¡Qué felicidad eterna irradió! Sabes hermano, mi madre solía cantar, cantaba en las tardes, rasgaba la guitarra. Ojo, ella no sabía tocar, sólo se acompañaba, y eran unas canciones rancheras, o boleros como esa canción de ´Fumando espero, al hombre que yo quiero, tras los cristales de alegres ventanales…´, y yo la acompañaba con mi sombra de curiosidad”, recuerda Renato, con nostalgia y a voz quebrada.

Ahora nos ponemos a llorar, como dijo el poeta Eielson, “ante un vasto e inútil teléfono descolgado”. Lloramos de alegría, o de pena, ya que importa. Lloramos “para nuestros adentros”, como dicen en mi tierra. Y luego reímos del absurdo de la vida y queremos volver al útero, a sentir el calor profundo de la vida.

¿Rena, y que vas a escribir ahora?, pregunto. “Nada amigo, nada importante”, mientras empieza a declamar de memoria aquel poema de Vallejo: “Madre, voy mañana a Santiago, a mojarme en tu bendición y en tu llanto…”

FUMANDO ESPERO, EN HOMENAJE A «MAMÁ MARUJA»
Por: Renato Rodríguez García.

Me dijo: «te voy a demostrar nada más una vez lo que fue tu madre»
y se paró frente a mí, era una noche alumbrada por un foco nervioso
cerca a diciembre
cerca a Navidad
me senté en una gradita que separa el lobby de la sala
como de costumbre
cuando en largas horas de conversación lo hacíamos
esperé paciente torturado por tu magnánimo magnetismo
tus manos por el aire revoloteaban al compás de tu voz aguda
recitabas poseída por una fuerza indescriptible
el oprobio de la pobreza de tu lírica garganta emergía
cual sable de Atila laceraba la llaga hirsuta de un corazón joven
iluso coleccionista de tardes de inocente creyente de la igualdad humana
madre hipnotizado por el arte desbordante de tu ser
recorrió por mi pasmado cuerpo inerte tu vitalidad
mi piel envejecida que palpita día y noche aquel mágico instante
en que escuchó lo que me habían recitado miles de voces
tu arte mamá
simple e incomprensible
que se llevó el último resquicio de bondad de mi ser
me clavaste esa mirada bondadosa casi piadosa
y me susurraste sabía mujer
….»para que conozcas quien fue tu madre»…
ahora sonrío orgulloso que valió la pena vivir para presenciar
lo que tú eres
la mujer increíble y maravillosa que me despertó una madrugada
preguntándome si tenía un cigarrito y una Coca Cola…

MÁS SOBRE RENATO RODRÍGUEZ GARCÍA

(*) Nivardo Córdova Salinas (Cayaltí, 1969) es Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Piura (UDEP), periodista miembro de Prensa Franciscana y director del diario digital Río Hablador.

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